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ARTÍCULO: La Música Judeo-Árabe

Artículo publicado en abril 2015 en la revista Identidad Monte Sinai

La Música Judeo-Árabe: Patrimonio Cultural del Pueblo Judío

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Nuestra identidad judía siria está hecha de impresiones:sabores, olores, sonidos, comidas festivas, ritos y plegarias, anécdotas e historias familiares. Es una identidad que hemos sabido cuidar y mantener, y que día a día sigue dando a las nuevas generaciones un marco de referencia y un hermoso sentido de pertenencia.

Y sí, esto es común a las dos instituciones judías de origen sirio que hay en nuestro país: Monte Sinai y Maguen David. En otras comunidades judías de origen árabe --marroquíes, iraquíes, yemenitas, egipcias-- desde Buenos Aires hasta Montreal, y desde Manchester hasta Jerusalem, sucede lo mismo: los aromas y sonidos tradicionales forman parte de un vasto y diverso legado cultural. 

Por ejemplo, si tuviera que describir la experiencia halebi-shami de ir al knis un sábado por la mañana, diría que esa experiencia huele a mazahar, el dulce perfume de azahar que los señores desparraman generosamente en una infinidad de manos. Y diría que suena como el bello canto Shir Agid La El dar Hebyon, que se entona cuando salen los Sefarim en las mañanas de Shabat; un canto que modula hacia tres líneas melódicas interrelacionadas, bellísimas. 

Más que otra cosa, son estas impresiones las que contienen la esencia de nuestra identidad como comunidad.

Pero por más preservadas que estén estas tradiciones, hay cosas que cambian.El mundo de hoy es totalmente distinto al de 1970 o al de la época de la Colonia Roma. Y los judíos sirios de hoy somos muy diferentes a los que vivían en Damasco y Alepo en el siglo XVI o en el XIX, por ejemplo.

Los tiempos cambian, y éstos son cada vez más rápidos. En este torbellino de la modernidad, hay verdaderos tesoros de nuestra cultura que pueden perderse si no nos damos cuenta. Me refiero específicamente a las tradiciones musicales de los pizmonim, piyutim y bakashot. En otras palabras, la dimensión musical de nuestra religiosidad.

Los pizmonim y piyutim son poemas sagrados que se agregan a la liturgia tradicional, para recitarse cantados. Y los bakashot son un antiguo repertorio de plegarias, que antaño se acostumbraba cantar en las madrugadas de Shabat. 

Los orígenes musicológicos de estas canciones son multifacéticos. Sus raíces están en la música árabe-andaluza del Medievo, los poemas religiosos de Sefarad, la música clásica árabe-siria y la canción tradicional turca. Ya en el siglo XX, los pizmonim y piyutim fueron influenciados por los grandes de la música árabe: Mohammed Abdel Wahab, Om Kalthoum, Farid el-Atrash y otros. El resultado es un sonido típicamente judeo-árabe.

La realidad es que, afortunadamente, estos géneros musicales no están en peligro de extinción. Se siguen cantando y entonando todas las semanas y a lo largo del año en todos nuestros templos. Tal vez la excepción serían los bakashot… pocos templos hoy guardan la costumbre sabatina de llegar antes del amanecer para cantar estas melodías. 

Pero lo que sí está en peligro de perderse es la comprensión de esta tradición musical. ¿Por qué cambian las tonadas de semana a semana? ¿Cuáles son las raíces de los makams (marcos tonales) que forman estas canciones? ¿Quién compuso nuestros pizmonim favoritos, y desde cuándo se cantan?

Por ejemplo, pocos saben que la conocidísima tonada de Et Shaaré Ratzón (de Rosh Hashaná) tiene más de 600 años y es original de la España medieval. O que el orden canónico de nuestros cantos de Fiestas Mayores proviene, en gran medida, de un libro publicado en Venecia en el año 1560, con el título de “Mahzor Aram Soba”, y cuyo uso se expandió desde Alepo hacia Damasco, Bagdad y otras ciudades del mundo árabe.

Otra cosa que se está perdiendo es la accesibilidad para que todos (incluyendo a las mujeres) participen libremente en estos cantos. Porque antes no sólo se entonaban en el templo, sino en las casas durante las comidas y cenas de Shabat y fiestas. Hoy muy pocos continúan haciendo esto en sus casas. Y es que, parte del placer que provoca esta música, es la experiencia colectiva espontánea de cantarla.

Si conoces el pizmón Lama Haketz, sabes lo hermoso que es su ritmo pausado; cómo te envuelve en una evocación misteriosa y mística. Y los que hayan escuchado el magnífico pizmón Atá el Kabir --desde su taksim (preludio con vocalización improvisada), hasta su espléndido desenlace--  estarán de acuerdo conmigo en que el placer que provoca cantarlo, literalmente cura cualquier depresión.

Hoy en día, los únicos que conocen bien el universo de nuestra música sagrada son los jazanim, quienes reciben una formación completa, tanto del sustento histórico y religioso de los cantos, como de su correcta interpretación. Ellos y unos cuantos aficionados que asisten regularmente al knis; es por su mérito que esta tradición sigue vigente.

En Israel las cosas son diferentes. El Estado Judío, en sus primeros años, exhortaba a sus ciudadanos a que se despojaran, de alguna forma, de sus referentes culturales que los atara al pasado diaspórico. Muchos de los primeros pobladores se cambiaron el apellido, adoptando nombres y apelaciones hebreas, y el yiddish comenzó a ser visto con descrédito. Eran reliquias de una Diáspora y una historia repleta de opresión y humillación. Ser israelí implicaba crear un nueva narrativa, un nuevo judío, orgulloso y arraigado, empoderado para defenderse y con un proyecto vigoroso de nación. En este sentido, la música antigua y tradicional (tanto sefaradí como ashkenazí) también cayó en el desuso, cediendo lugar a los himnos sionistas, todas esas canciones laboristas y militantes de los años 40, 50 y 60.

Pero además, la música tradicional de los mizrahim era percibida por la sociedad israelí como “desagradable”, “ordinaria” o “atrasada”. Sonaba demasiado “árabe” para las sensibilidades modernas y progresistas del nuevo israelí. Obviamente, esta apreciación estaba basada en el prejuicio y sí, en un cierto racismo que afectó sistemáticamente a todos los israelíes de origen sefaradí-mizrahí durante décadas.

En los años 70 y 80, la música mizrahí israelí, segregada y menospreciada, evolucionó hacia un nuevo género, un tanto desafortunado en mi opinión: el pop-mizrahí. Ésta era la música del souk, la música del barrio bajo, similar a la cumbia aquí en México.

En los últimos años la sociedad israelí ha ido cambiando. De unos 10 ó 15 años a la fecha, lo judeo árabe está “de moda” en Israel, y las nuevas generaciones hoy buscan rescatar todas esas expresiones culturales de los inmigrantes que llegaron de Siria, Libia, Marruecos o Irak. Lo vemos en la nueva gastronomía israelí, lo vemos en su diseño de modas, en su arte y en su literatura.

Y lo vemos en su música. Es larguísima la lista de jóvenes músicos israelíes que están recuperando las canciones judeo árabe de sus abuelos y bisabuelos. Trabajando conjuntamente con músicos árabes y palestinos, estos jóvenes talentos están reinterpretando estos pizmonim y piyutimcon novedosos arreglos, muchas veces llevándolos a nuevos géneros… desde el rock, el jazz, los ritmos latinos, hasta la música de concierto.

Aquí en México, aunque todos podemos ir al templo y acercarnos a esta tradición, la realidad es que es una lástima que esta maravillosa colección musical esté fuera de la vida cotidiana de la mayoría de nosotros.

Y lo cierto es que aquí hay un área de oportunidad para que la comunidad emprenda proyectos de preservación de esta música. Esta iniciativa podría consistir, antes que nada, en una documentación en audio: grabar una serie de discos, producidos de manera profesional, con la participación de jazanim de primer nivel, acompañamiento musical árabe de buen gusto, y una dirección musical de calidad. También se podría hacer una documentación literaria: editar y publicar un libro que complemente las grabaciones, con una investigación de la historia de esta música, incluyendo datos religiosos y musicológicos. Y finalmente, se puede impulsar aún más la experiencia y el conocimiento de esta tradición, por medio de cursos y sesiones de apreciación y celebración.

Esto pondrá a nuestros pizmonim, con su letra, su música, y su historia, al alcance de todos. Porque no sólo es la música de los abuelos y tatarabuelos, sino también --y especialmente-- es la música de tus nietos y tus tataranietos. Es su derecho y su herencia. 

Canciones tan hermosas como Yajid Nora Néfesh Kol Jay deben estar al alcance para que todas y todos la canten y la disfruten. Si la conoces, sabes que es simplemente maravillosa. ¿Por qué negarte –y negarle a las futuras generaciones-- esa alegría?

Nuestros pizmonim son verdaderos tesoros que hay que valorar, cuidar, disfrutar y preservar. 

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Premio "Instituto Cultural México-Israel" 2014

En diciembre 2014, Emilio Betech R. recibió el Premio "Instituto Cultural México-Israel" 2014, por su trayectoria como creador y conductor (del 2004 al 2014) del programa cultural "El Aleph, la Voz Judía de la Radio", transmitido por Radio Red (Grupo Radio Centro).

Lee la nota publicada en el Periódico Monte Sinai, en febrero 2014

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ARTÍCULO: Religiosidad, ¿Qué ha Cambiado?

Artículo publicado en octubre 2014 en la revista Identidad Monte Sinai.

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Religiosidad: 

¿Qué ha Cambiado?

El judaísmo es una de las religiones más antiguas, y una de sus virtudes es su preocupación por la continuidad. Ser judío significa mantener una lealtad a los principios y tradiciones del pasado. Pero aún dentro de nuestra comunidad ortodoxa, hemos visto algunos cambios en las últimas décadas: cambios en la manera de vivir y entender la religiosidad.  La pregunta es: ¿estamos mejor o peor?

Emilio Betech R.

Una Conversación con el Rabino Abraham Tobal y el Rabino Yosef Jaim Benchimol

 

Todos lo hemos escuchado: las discusiones en casa sobre los cambios en el estilo de vida de tal o cuál persona que “ya se hizo religioso”. ¿Su esposa ya usa falda y peluca? ¿Ya no va al cine? ¿O sea que ya no come en casa de su mamá? 

O a veces nos sentimos con la autoridad para evaluar los comportamientos de los demás, incluso con argumentos comparativos: ¿Para qué anda con kipá si come queso en la calle? ¿Y cómo dice que es kosher si pide un pastel en Starbucks? ¿O es todo o es nada, no? 

También nos gusta afirmar que en tiempos pasados, las cosas se hacían diferente: ¡Eso de andar con tzitzit no se usaba antes! ¡Los rabinos de antes nunca nos enseñaron estas cosas que hacen ahora! ¡Nos han impuesto costumbres que son ajenas a nuestra idiosincrasia!

La realidad es que los temas de identidad, ética y conducta son en sí fascinantes. No es que seamos necesariamente “chismosos”, sino que estas discusiones son vitales para entender el papel que juega la religión y el ritual es nuestra vida cotidiana. La manera en que expresamos nuestra identidad judía -y nuestra religiosidad- representa una afirmación de cómo entendemos nuestro lugar en el mundo, como individuos y como comunidad. Y todos esos códigos de comportamiento, asociados a nuestros usos y costumbres, dicen mucho del lugar que ocupamos en la gran historia de nuestro pueblo.

Pero, a ver… ¿Han habido cambios en nuestro judaísmo, o será que simplemente ahora nos fijamos más? ¿Puede la religión aumentar su nivel de especialización, como sucede con la medicina, por ejemplo? ¿Y qué hay de esa presunta influencia ajena en la religiosidad? ¿Le echamos la culpa a Argentina?

Para dar respuesta a todo esto, decidí sentarme a una mesa redonda -franca y sin tapujos- con dos rabinos de la comunidad: Abraham Tobal y Yosef Jaim Benchimol. Ambos, líderes religiosos con amplios conocimientos e indudable carisma, y sobre todo, una gran honestidad intelectual. El Jajam Tobal, de 56 años de edad, es Rabino Principal de Monte Sinai. Nacido en Argentina, llegó a México hace más de 30 años, y luego de trabajar arduamente, dedicándose con especial atención en la juventud, logró  ganarse el cariño y respeto de decenas de miles.  Benchimol, de 35, forma parte de una nueva generación de rabinos jóvenes, y como rabino y jazán de Bet Yosef, ha impulsado grandes actividades de valores y enseñanza religiosa. 


 ¿Realmente ha cambiado la religiosidad en nuestras comunidades? Y si sí, ¿cuál, en su opinión, ha sido el cambio más dramático?

R. TOBAL: En los últimos 10 ó 15 años, hemos visto una gran apertura de mente en varias áreas, y una de ellas es la religión. De manera muy significativa, hoy vemos que se ha ido quitando el miedo al estudio y al conocimiento. Antes, durante los más de 100 años de la comunidad, el enfoque estaba puramente en la tradición. “Así lo hicieron mis abuelos, y yo hago lo mismo que ellos”. Pero además, había un rechazo a la idea de entender, la gente decía “no me vengas con argumentos, no me vengas con filosofía, es tradición y así se hace.” Pero ahora ya entendemos que en la religión tiene que haber estudio y conocimiento. Porque habían cosas que se hacían, y no forzosamente eran las correctas. Un ejemplo: durante muchos años se tenía la idea de que de los 6 ayunos establecidos, los más importantes eran Yom Kipur y el Ayuno de Esther; ahora, es cierto que el más importante es el de Kipur, pero el Ayuno de Esther es de hecho el menos estricto de todos, ya que el que le sigue de importancia a Kipur, es el 9 de Av, y el último en importancia es justamente el Ayuno de Esther.  Otro ejemplo: en la comunidad, había un tabú de que no se puede comer queso en Pésaj, debido a una idea errónea de que todo lo que fermenta es jametz. Al señalar que esto no tenía sustento halájico, ya que son sólo cinco granos los que, al fermentar, se hacen jametz, y que no todo lo que fermenta es jametz (el mejor ejemplo es el vino). En un principio, hubo un rechazo natural Ahora,  por parte de mucha gente, a la información nueva, sin embargo, hoy ya se sirve queso en las seudot de Pesaj. Antes las cosas se hacían por inercia, y ahora se hacen con mayor entendimiento y con base en las fuentes halájicas.

R. BENCHIMOL: Conozco a la comunidad desde hace 10 años y llevo ya 7 años trabajando aquí, por lo que no puedo hablar de lo que era antes. Pero yo señalaría la apertura de los jóvenes  por aprender y responder las preguntas de por qué hacemos las cosas. La juventud no acepta los mitos. Al mismo tiempo que seguimos las tradiciones, no se conforman con eso. Por ejemplo, no hacen el kidush solo por hacerlo, no es sólo el ritual. Quieren entender por qué. Mucha gente, cuando entiende ciertos temas,  nos dice “lástima que no sabía eso hace 30 años”. Antes algunas cosas se hacían sin motivo, y eso ya no lo aceptan los jóvenes.

¿Les parece que los jóvenes hacen mejores preguntas que los grandes?

R. BENCHIMOL: No sé si hacen preguntas mejores o más difíciles, pero tienen más interés por conocer las respuestas.

¿Y los grandes no tanto?

R. BENCHIMOL: Los grandes son más diplomáticos, pueden decirte que sí, pero no siempre aceptan cambios a las cosas a las que están acostumbrados. Un joven está más abierto para saber si una cosa es A ó es B, y el mayor no siempre quiere saber que su A no necesariamente sea lo correcto.

R. TOBAL: Los jóvenes siempre han sido más idealistas y revolucionarios, están más abiertos para reevaluar y replantear cosas que se han dado por obvias. El joven, por naturaleza, busca el cambio.

¿Somos menos supersticiosos que antes?

R. TOBAL: Yo he luchado mucho contra las supersticiones, que en general, tenemos muy arraigadas. Por ejemplo, el tema del luto es terreno fértil para éstas, ya que la muerte tiene que ver con lo desconocido y hay miedos. Eso genera sugestiones mentales que se vuelven muy intensas. Cuando me toca atender estos casos, siempre procuro explicar esos errores y mostrar de dónde vienen esas creencias

¿Y por qué, religiosamente, es importante no creer en supersticiones?

R. TOBAL: Las supersticiones están absolutamente prohibidas por la religión, a tal grado que se compara con la idolatría, uno de los pecados más graves en el judaísmo. Nuestro lema es el “Shemá Israel”, la creencia en un solo D’os. Pero si yo creo que tendré mala suerte si alguien me pasa la sal, le estoy dando un poder especial a la sal, es como creer en otra fuerza fuera de D'os.

¿Y cuando a veces llegan algunos rabinos y creemos que si nos dan una berajá, nos va a ir bien? ¿Eso también es superstición, ¿o no?

R. TOBAL: El judaísmo sí contempla la idea de que una bendición puede traer bienestar, pero no es magia, puesto que parte de un concepto filosófico judío que dice que D’os paga con la misma moneda. Es decir, si el hombre cumple con la palabra de D’os, entonces D’os cumplirá la palabra del hombre. Sin embargo, hay que tener cuidado, pues hay casos en los que se trata sólo de pseudo-rabinos y pseudo-cabalistas que dicen poder ver el futuro, farsantes que manipulan la buena fe de la gente por intereses personales. Lo digo categóricamente.  El punto es que la superstición tiene que ver con miedos, es ponerle un poder a las cosas que no tienen poder. Aunque por mil años la gente pensó así, hay que manejar valores, no creencias mágicas.

¿Estos cambios hacia mayor entendimiento, son propios de los judíos de México, o se están dando en todo el mundo?

R. TOBAL: Son un cambio de época. Antes la gente, en todo el mundo, era más sumisa. Se obedecía todo lo que las figuras de autoridad tradicionales decían, sin cuestionarlos. Estamos hablando de una tendencia y una evolución a nivel mundial. Hoy la gente cuestiona, y es importante dar las respuestas correctas.

R. BENCHIMOL: Y el Rabino Tobal ha impulsado mucho a que la gente pregunte. Porque además, va de acuerdo a lo que el judaísmo dice: que hay que preguntar. Antes había miedo al atrevimiento de preguntar.

¿Y el cuestionamiento al rabino como figura de autoridad? ¿Tenía más autoridad antes? ¿Era más venerado antes? ¿Cómo ha cambiado la figura del rabino, especialmente en nuestra tradición sefaradí?

R. TOBAL: Como existía esa educación de no cuestionar lo que diga el papá, lo que diga el adulto, de la misma forma, el rabino también era incuestionable. Era un respeto “a fuerzas”. Ahora hay un respeto más auténtico, no basado en miedo. Es un respeto ganado, que nace por admiración, no por imposición. Por otra parte, hay esta tendencia mundial en que se ha perdido el respeto a muchas cosas. Antes el joven no fumaba frente a su papá. Lo veía como una falta de respeto. Cambiaron los tiempos, para bien y para mal. Hoy hay la idea de “¿quién eres tú para decirme?” Hoy el respeto se gana con méritos.

Ahora hay rabinos a quien todo mundo le habla de “tú”.

R. BENCHIMOL: Sí, yo prefiero que me hablen de “tú”. Necesito que la gente se acerque. Mejor que le hablen de “usted” al Jajam Tobal, por su jerarquía, pero no a mí.

¿Pero un rabino es un rabino, no?

R. BENCHIMOL: La función de un rabino es acercar a la gente a D’os, y si por hablarme de “usted”, eso implica una distancia, o le va a dar pena acercarse, entonces ese supuesto respeto me está impidiendo que yo cumpla con mi función.

R. TOBAL: Y otro de los cambios en la evolución de la comunidad es justamente eso: antes el rabino estaba en su pedestal, era generalmente mayor, había menos confianza… No se le podía preguntar de temas como, por ejemplo, sobre la existencia de D’os, temas de sexualidad, etcétera. Faltaba comunicación, y por eso mucha gente se quedaba con creencias erróneas. Por mi parte, me esmero en tener otro tipo de acercamiento con los jóvenes, y por esa razón, durante muchos años los acompañé en su viaje de generación a Israel, donde me veían como un amigo cercano, compartiendo experiencias con ellos, por lo que se sentían con la confianza para acercarse y para preguntarme cualquier cosa. Así los podemos orientar mejor.  He procurado, y gracias a D’os he logrado, que nuestro equipo de rabinos sea gente que siga esta línea: joven, abierta, comunicativa.

Algunos dicen que en las comunidades sefaradim de México hemos adoptado comportamientos o estilos ajenos a nuestra cultura: argentinos, ashkenazim, hasta jasidim… ¿Qué hay de cierto de esto?

R. TOBAL: Muchos creen que “llegaron los argentinos” y las cosas cambiaron, pero no es tan simple. En el judaísmo, a nivel mundial, hay un fenómeno que hemos visto en los últimos años, que consiste en emular algunas prácticas de ciertos grupos (que pueden ser radicales o de otro tipo), aunque éstas prácticas no tengan el menor fundamento halájico. Ejemplo: si Fulano compró para Pésaj hasta papel higiénico supervisado, ciegamente se le llega a imitar, creyendo que cosas como éstas le dan a uno más mérito religioso. A veces se cree, incluso, que por el sólo hecho de tener una barba larga, lo que diga o haga esa persona ya es incuestionable, aunque esa persona pueda ser muy ignorante de las verdaderas fuentes religiosas. Muchas de estas personas también transmiten cosas que vieron en otros, otra vez, sin haber estudiado las fuentes. En pocas palabras: la ignorancia muchas veces termina en hábitos y costumbres, y después algunos creen que ya es ley.

R. BENCHIMOL: Además, cuando estudias temas directamente en el Shulján Aruj, en el Talmud, temas como shejitá o nidá… te das cuenta que muchas de estas cosas nuevas no siempre tienen fundamento. 

¿Y el agregar o exagerar no es, de alguna forma, reformismo?

R. TOBAL: La Torá dice “no agregues sobre todo lo que te estoy ordenando, ni le quites”. Nótese que incluso primero dice “no agregues”. Por lo tanto, agregar una prohibición que no existe en la Torá, a sabiendas de ello, argumentando que ésta proviene de la Torá, es definitivamente un acto de reformismo. Sin embargo, sí existen ciertas restricciones que establecieron nuestros jajamim calificados en le época del Talmud para salvaguardar los preceptos ya existentes. Y estas restricciones están definidas como tales y tienen toda la validez. Pero si alguien las define como una nueva prohibición de la Torá, estaría transgrediendo el versículo antes dicho. Personalmente hago mucho énfasis en dar la información exacta de lo que establece la halajá. Ahora, hay casos en que, además de la halajá, puede existir una diferencia de opiniones rabínicas. En esos casos, considero importante transmitir la información completa y no determinar la situación, de manera absoluta, yéndonos siempre, por default, a la opinión más estricta, sino permitiéndole a la persona tomar la decisión acorde a la información dada; es decir, no deformar la información diciendo que la inclinación hacia lo más estricto es la halajá.

¿Hay un “factor argentino”?

R. TOBAL: La mayoría de los rabinos habla hispana, en las últimas décadas, llegaron de Argentina a México, por eso se tiene esa impresión. Pero la mayoría ellos se prepararon en las grandes yeshivot de Israel. Por lo que ero es un fenómeno que está pasando en todo el mundo, no es particular de Argentina.

Pero cuando un rabino propone un cambio, incluso un cambio fundamentado, algunos lo sienten como una falta de respeto a los rabinos de antes, como decir “Qué, ¿los rabinos de antes no sabían?”

R. TOBAL: Sí pueden haber cosas desvirtuadas hoy, pero también es cierto que hay cosas que antes no se sabían. Ahora, siempre hemos tenido grandes rabinos en nuestra tradición de Siria, pero por la pobreza que había, no siempre todos los rabinos tenían la posibilidad de estudiar de forma profesional, tenían que sobrevivir, eran las circunstancias.

R. BENCHIMOL: Y por lo mismo que hemos dicho, cuando los rabinos hablaban árabe y ya la comunidad hablaba español (ya en México), a veces la barrera del idioma impedía que el mensaje del rabino fuera comprendido bien por toda la comunidad.

R. TOBAL: Y no sólo la barrera de idioma, también habían barreras culturales, como ya lo hemos mencionado. Así que, el punto medio: no es válido el argumento de que “a mí me enseñaron así y todo lo demás está mal” (porque es un hecho de que sí podía haber falta de conocimiento en los tiempos de antes, debido a las circunstancias); ni tampoco es válido decir que toda la información que se maneja actualmente es 100% la correcta.

¿Existe una forma de religiosidad propia de lo sefaradí, de los judíos de Medio Oriente?

R. TOBAL: La religión es igual para todos, son los mismos valores y los mismos principios. Pero hay algo que caracteriza por tradición a lo sefaradí: la moderación, el equilibrio, la escuela de Maimónides, el “sendero de oro”. Creer en D’os, respetar la tradición, cumplir la religión, con humildad. Los sefaradim somos, en general, conciliadores y tolerantes.

R. BENCHIMOL: Y muchos de nuestros rabinos de antaño era gente que amaba la humildad. Tenían cualidades maravillosas de ayudar a los pobres, a los enfermos.

¿Y eso se está manteniendo o ya también cambió?

R. TOBAL: La tendencia sigue, el sefaradí más alejado, en general, sigue teniendo fe y mantiene ciertas tradiciones. Otros, cuando se alejan, se alejan totalmente. Aunque como ya mencionamos, algunos sefaradim han asumido ciertas prácticas que son costumbres ashkenazim. Por ejemplo, según la costumbre sefaradí no se debe usar los tzitzit fuera de la ropa, pero hoy muchos jóvenes de yeshivá han adoptado esa práctica.

¿Qué opinan de los casos en que una persona se hace religiosa, y eso causa conflictos en la familia?

R. BENCHIMOL: Acercarse a la religión no debe causar conflicto con nadie, y si causa, estamos yendo en mal camino.

R. TOBAL: Hacerse religioso debe generar cambios, pero éstos tienen que ser positivos. Un joven que se acerca a la religión tiene que empezar por respetar a los padres. Sin embargo, tiene que haber un respeto mutuo. Porque así como un joven tiene derecho de estudiar la carrera que más le guste, también tiene derecho a empezar a respetar Shabat, si ésa es su convicción, aunque sus papás no lo hagan. Y no por eso puede hacerlos sentir de menos, ni mucho menos faltarles al respeto. Al contrario, siempre tiene que haber el máximo respeto a los padres, ya que es uno de los Diez Mandamientos, considerados fundamentales en el judaísmo. Si en la práctica, surgen diferencias técnicas para la observancia cotidiana de la religión, las dos partes deben entablar un diálogo constructivo, tomando en consideración las necesidades de la otra parte, para encontrar soluciones, manteniendo el mutuo respeto. La verdadera religión no debe inducir al conflicto; al contrario, debe causar placer y alegría. Si genera enojos y discordia, no es la verdadera religión.

R. BENCHIMOL: Porque también hay casos de familias, en donde no todos son religiosos, y todos se respetan y se llevan de maravilla.

R. TOBAL: La religión debe mejorar el ambiente familiar. Hoy en día, el respeto a los padres y a los mayores ya es algo bastante olvidado, así que la religión debe empezar por ahí.

Pero sinceramente,  eso no siempre se enseña en las clases de Torá. A veces les enseñan más que hay que cambiar las vajillas y todas esas cosas.

R. TOBAL: De nuevo, si sólo se enseña el ritual sin los valores, la enseñanza no está completa. Pero cuando la religión se transmite de forma integral -los preceptos entre el Hombre y D’os, así como los del Hombre con su prójimo- entonces eso llevará a encontrar el camino para poder cumplir los preceptos, manteniendo la conciliación y la armonía familiar.

¿Qué es para ustedes un “extremista”?

R. TOBAL: Un extremista es cuando alguien, por falta de conocimiento, por oscurantismo, llega al extremo negativo. Es ceguera, irracionalidad. Pero no me gusta mucho la palabra “extremista” porque si yo cuido mi salud, y me voy al extremo en cuidar mi salud, eso no está tan mal. O el extremo de alegría tampoco es malo. Pero si extremismo implica distorsionar la información, o perseguir intereses personales (como de ego y poder), ahí es cuando el extremismo se vuelve totalmente negativo.  Pero de nuevo, lo mejor es la moderación en todo.

R. BENCHIMOL: Para mí, el extremismo es fanatismo, y no lo acepto. No es lo que nos enseñaron nuestros sabios, ni lo que ordena la Torá. Por ejemplo, cuando una mujer, buscando vestir con recato, termina cubriéndose todo el cuerpo menos los ojos, eso es fanatismo. La Torá dice que recato no significa subyugar a la mujer, ni negarle su belleza. Fanatismo es desvirtuar la Torá.

¿Y hacia dónde vamos en el tema religioso?

R. TOBAL: Yo me siento muy orgulloso de nuestro equipo de rabinos, el cual tiene una misma visión sobre su misión, una línea unificada de respeto. Actualmente estoy preparando un manual de lineamiento de nuestras costumbres y prácticas religiosas, para mantener sólidas nuestras raíces y preservar las bases religiosas de nuestra comunidad.

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ARTÍCULO: Por qué Israel debe ganar

Artículo publicado en agosto 2014, en el periódico Monte Sinai, en Diario Judío, y en el blog de la Embajada de Israel en México.

Por qué Israel debe ganar

Emilio Betech R.

A finales de junio pasado, aterricé en el aeropuerto Ben Gurión de Tel Aviv. Como es normal, la emoción por estar de nuevo en Israel logró despertarme del letargo causado por el largo viaje. Al esperar mi turno para pasar migración, me encontré con otras personas que, como yo, llegaban para asistir al Jewish Media Summit, un encuentro de personas de todo el mundo vinculadas a la prensa y la comunicación judía.

Al día siguiente, el evento -organizado por distintas entidades del gobierno israelí- comenzó con una plática entre el entonces Presidente Shimon Peres y el periodista David Horovitz, de The Times of Israel. Acto seguido, el Primer Ministro Binyamin Netanyahu llegó para dar su mensaje de bienvenida.

El país se encontraba en plena crisis. “Van 9 días desde que tres adolescentes fueron secuestrados por Hamas, un enemigo que no distingue entre adultos o niños”, dijo Netanyahu. Ese tema ominoso marcó el tono de las distintas actividades que viviríamos en los siguientes 4 días que duró el encuentro. Nunca nos imaginamos a lo que habría de llegar.

Dentro del programa de actividades, los representantes de 25 países tuvimos la oportunidad de escuchar y dialogar con periodistas israelíes y especialistas en temas de seguridad nacional, antisemitismo, desarrollo económico, turismo y mucho más. Pudimos visitar empresas donde se está gestando gran innovación, las excavaciones del antiguo Palacio del Rey David, y hasta la primera ciudad hi-tech planificada por palestinos en Cisjordania, misma que representa una nueva alternativa de convivencia y colaboración entre Israel y emprendedores palestinos. 

Fuimos también a la parada de autobús en Gush Etzion, donde los jóvenes Naftali Fraenkel, Gilad Shaer y Eyal Yifrah fueron privados de su libertad por terroristas de Hamas. El sitio estaba lleno de carteles y letreros de simpatía y solidaridad, enviados por la población israelí, y desde los cuatro rincones del planeta. Una parada de autobús sin mayor trascendencia, pero que se había vuelto la “zona cero” para lo que sería uno de los peores conflictos entre Israel y sus enemigos.

El 28 de junio, uno de los tantos cohetes que Hamas lanza desde Gaza al sur de Israel cayó en una fábrica de pinturas en Sderot, ocasionando una gran explosión. Sin duda una provocación más en ese clima de creciente hostilidad. Para el 30 de junio, día en que regresé a México, los medios anunciaban que habían sido encontrados los cuerpos sin vida de los tres jóvenes.

Ahí comenzó la escalada de sucesos que todos hemos seguido en los noticieros y en nuestras redes sociales: la respuesta por parte de Israel para encontrar a los responsables de los secuestros, la creciente intensidad y cantidad de cohetes y misiles lanzados hacia ciudades israelíes, el asesinato del joven árabe Mohammad Abu Khieder, cohetes de Hamas que ya llegaban hasta Tel Aviv y Haifa, la incursión en tierra de las Fuerzas de Defensa Israelí, y los repetidos intentos de cese al fuego que tarde o temprano eran siempre violentados por Hamas . El resultado: una brutal guerra para erradicar al liderazgo de Hamas y reducir significativamente su capacidad para continuar provocando a Israel con cohetes, misiles, secuestros y ataques contra la población civil. La cantidad de cohetes lanzados desde que Israel desocupó Gaza en el 2005 superaba ya los 11,000, todos dirigidos a blancos urbanos y civiles.

Mucho se ha hablado sobre la táctica y la operación en sí, y es algo que se sale del enfoque de este texto, pero es importante señalar las distintas implicaciones geopolíticas de este conflicto: qué papel juega Hamas vs la Autoridad Palestina, el rol de Qatar, Irán y Egipto, la poca o mucha capacidad de precisión del ejército israelí para evitar las pérdidas de civiles en Gaza, el modus operandi de Hamas de almacenar y disparar cohetes en casas, mezquitas, hospitales y escuelas (incluida una operada por la ONU), la infraestructura de defensa israelí, y muchas cuestiones más. En fin, la realidad es que la complejidad de la situación supera esta reseña. Y la cantidad de víctimas inocentes de ambos lados nos recuerdan que esto es algo real, más allá de cualquier ideología: todas son una desgracia y una tragedia. 

LAS REACCIONES

Lo que sí supera toda expectativa es la cantidad de expresiones antisemitas que se han desatado como consecuencia de la situación. Y me parece importante recalcar que, ni los judíos ni Israel provocamos el antisemitismo. El que nos odia, lo hace independientemente de lo que hagamos o dejemos de hacer. Pero lo que sí es un hecho es que estas situaciones de crisis e indignación destapan las cloacas del odio reprimido y le prestan una especie de justificación perversa.

Las reacciones se manifiestan en una indignación selectiva, en coberturas mediáticas tendenciosas y engañosas, y en expresiones de odio y violencia francamente sorprendentes. El anonimato de las redes sociales permite que se multipliquen mensajes como #HitlerWasRight, por ejemplo. Mandatarios haciendo afirmaciones irresponsables, como el ahora presidente turco Recep Tayyip Erdogan quien arengó que Israel se estaba comportando “peor que Hitler”. Celebridades como Penélope Cruz, Javier Bardem y Pedro Almodóvar firmando declaraciones acusando a Israel de cometer “genocidio”.  O el filósofo italiano Gianni Vattimo diciendo que “me gustaría ver más israelíes muertos, me gustaría dispararle a esos malditos sionistas, deberíamos donar dinero a Hamas para que compre más cohetes”. O el dramaturgo español Antonio Gala, quien publicó una editorial en El Mundo, diciendo que “con razón los judíos han sido tan odiados desde siempre”.

La lista podría seguir, lamentablemente.

¿ANTISIONISTA?

Uno de las falacias en todo esto es el supuesto antisionismo. “Yo no soy antisemita, sólo soy antisionista”, exclaman. Pero ese estribillo exhibe, no sólo una total incomprensión de lo que significan el sionismo y el antisemitismo, sino también una manifiesta estupidez.

Muchos equiparan, erróneamente, el antisionismo con una oposición a las políticas del gobierno actual israelí. Pero la misma sociedad israelí es políticamente muy diversa, y grandes sectores de la población se oponen siempre a determinadas políticas del gobierno, como sucede en cualquier país libre. No, ser antisionista es mucho más que eso. Ser antisionista es decir que los judíos son el único pueblo sin derecho a su autodeterminación, y ésa es una postura discriminatoria y antijudía.

En 1960 el escritor austriaco Jean Amery, sobreviviente de Auschwitz, dijo: “El antisionismo contiene antisemitismo como una nube contiene a la tormenta.” Para los antisemitas de la era moderna, identificarse como tal es de mal gusto, así que se escudan en un supuesto interés por el pueblo palestino para canalizar así su odio al pueblo judío, poniéndole la etiqueta de moda, la etiqueta políticamente correcta: “sólo soy antisionista”.

El antisemita de antaño veía al judío como el causante de todos los males de la sociedad, y el antisionista de hoy ve a Israel (y a los sionistas) como el problema mayor del planeta. No hay diferencia. Israel es el judío de los países, así que cuando el antisionista busca deslegitimarlo, satanizarlo, o juzgarlo con estándares que luego no aplica con otros países, entonces se vuelve evidente que el antisionismo es antisemitismo.

Cuando los “inofensivos” antisionistas pretenden ultrajar la dignidad del Estado Judío, acusándolo de ser “peor que la Alemania nazi”, o cuando se le calumnia con cargos de “genocida”, “apartheid”, y “exterminio”, cuando se busca el boicot de instituciones y empresas israelíes (pero guardando silencio ante países antidemocráticos como Siria, Pakistán o Cuba), cuando se afirma que el “lobby judío israelí” controla y subyuga a la prensa y a gobiernos enteros… todo eso es antisemitismo clásico, sin ninguna duda.

EXPLICANDO LO INEXPLICABLE

El mundo en el que vivimos es un lugar oscuro. Por donde volteamos, encontramos violencia e injusticia: el terrible campo de concentración llamado Corea del Norte, las espantosas masacres perpetradas cada año en el Congo, Somalia o Nigeria, el asesinato de cientos de miles en Siria, la atroz violencia contra cristianos y yazidis en Irak, las más de 120,000 personas muertas en nuestro país por el crimen organizado. 

Pero el mundo ha decidido agarrársela contra Israel, uno de los países más libres y democráticos. De hecho, Israel es el único país en todo el mundo al que se le intenta deslegitimar de manera permanente, y al que se le amenaza con aniquilación y exterminio.

La realidad es que no existe una respuesta racional para tratar de explicar esto. No hay una razón lógica que justifique la obsesión y fijación que muchos tienen para con Israel. Habiendo más de 50 países islámicos pero solo un estado judío, y siendo éste más pequeño que El Salvador, ¿por qué a tanta gente le indigna tanto su existencia?

Siendo un país tan exitoso, con valores humanistas, con una prensa libre, donde las mujeres y las minorías gozan de igualdad de derechos, donde existen instituciones democráticas independientes al gobierno, ¿por qué tantos progresistas se la viven atacándolo? Más aún, ¿por qué lo atacan mientras guardan silencio ante países dictatoriales, persecutores y tiránicos?

La única respuesta es que Israel es un estado judío.

Ahora bien, vayamos un paso más: ¿por qué el odio a los judíos? ¿Por qué el odio a Israel, que es el judío entre las naciones?

Se han escrito infinidad de páginas tratando de explicar el fenómeno del antisemitismo. Desde la antigua acusación de deicidio por parte de la Iglesia Católica, pasando por todas las acusaciones y calumnias (raciales, económicas o conspiratoriales) que han dado forma al antisemitismo como lo conocemos hoy, lo cierto es que, así como el antisionismo, el antisemitismo es, por naturaleza, un odio irracional.

Pero la realidad es ésta: los judíos formamos parte de un pueblo absolutamente excepcional. Ésta no es una expresión de supremacía nacional o de chauvinismo tribal, es una verdad histórica. Ser excepcional no significa ser mejor, significa ser único, estar fuera de la norma.

Los judíos –e Israel como estado judío- hemos logrado no sólo sobrevivir a pesar de las persecuciones y los holocaustos, sino destacar de manera rotunda. Los judíos hemos contribuido a la civilización occidental como ningún otro pueblo: empezando por el libro más influyente de todos los tiempos: la Biblia. Del pueblo judío han salido las figuras más transformacionales de la humanidad: Moisés, Jesús, Pablo, Marx, Freud, Einstein. Además, fuimos los primeros en proponer leyes religiosas que se destacaban por su compasión. Mientras otras naciones realizaban sacrificios humanos, o adoraban a constelaciones de dioses que se comportaban con lujuria, envidia y maldad, los judíos santificaron principios humanistas como el respeto a los padres, la dignidad de todo ser humano, la libertad de acción y de conciencia, el trato benigno a los animales, el comercio justo, la correcta impartición de justicia y el amor al prójimo. Los judíos hemos sido excepcionales, desde los primeros años de nuestra Historia, hasta los más recientes logros del Estado de Israel en el ámbito de la tecnología, la innovación, la agricultura, la ciencia, la medicina; logros que no tienen comparación remota en ninguna otra nación del mundo. 

El pueblo judío, diminuto en números, perseguido y exiliado; y el moderno Israel, pequeño en territorio, acosado y violentado, hemos vencido todas las adversidades a los que nos hemos enfrentado; y no sólo eso, sino que hemos marcado la pauta del devenir histórico para el resto del mundo. No sorprende, pues, que un pueblo tan excepcional pueda despertar un odio tan excepcional por parte de tantos mediocres.    

EL PROBLEMA ES URGENTE

Todo esto podría quedarse en un simple artículo, en una mera discusión teórica. Pero la realidad nos supera. El nivel de violencia y discriminación antisemita que estamos presenciando es verdaderamente alarmante. 

La revista Newsweek recientemente dedicó su portada a lo que llamó el “nuevo éxodo”: la fuga de los judíos de Europa, en su intento por escapar del odio y la persecución. El artículo reporta que el antisemitismo va en aumento en todo el continente. Este julio pasado se reportaron más de 100 incidentes antisemitas, tan solo en Gran Bretaña, (el doble de lo habitual). En Malmo, la tercera ciudad más grande de Suecia, los ataques antisemitas se triplicaron entre el 2010 y el 2012; ese año una bomba explotó en el centro comunitario judío de la localidad. En Bélgica, un restaurantero colocó un aviso en su negocio diciendo que “los perros son bienvenidos, los judíos no”. 

Casos como éstos son sólo una muestra. Hay muchos, muchísimos más. Pero esta ola de odio ya tiene tiempo, y no es sólo por lo que sucede en Gaza. El ataque a la escuela judía en Toulouse en el 2012, y el fenómeno masivo de la quenelle, un saludo cuasi-hitleriano popularizado por el cómico antisemita Dieudonne, son sólo algunos antecedentes. En mayo de este año vimos cómo un individuo disparó un fusil de asalto en el Museo Judío de Bruselas, asesinando a cuatro personas. Al día siguiente, el mundo fue testigo de cómo los partidos de extrema derecha de Francia, Alemania, Grecia y Hungría ganaban terreno en el parlamento europeo.

Los judíos en Europa no se sienten seguros, temiendo salir a la calle con una kipá o algún otro elemento que los identifique como judíos. En prácticamente todo el continente se están viendo manifestaciones pro-palestinas en las que se vociferan lemas como “¡judíos a las cámaras de gas!” En entrevista para el periódico The Guardian, Dieter Graumann, presidente del Consejo Central Judío de Alemania, dijo: “Estamos viviendo los peores momentos desde la era nazi”.

Y no sólo en Europa. El 6 de agosto un camión escolar de la red judía de Sydney, Australia fue acosado por una pandilla de ocho adolescentes, quienes ocuparon el vehículo gritando Heil Hitler” y “matemos a los judíos”, mientras amenazaban a los niños de muerte.

Todas estas víctimas son atacadas, no por ser sionistas, o porque apoyen al gobierno de Netanyahu, sino por ser judíos, simple y llanamente. Para muchos, la oposición a la guerra contra Hamas es el pretexto perfecto para sacar a relucir sus odios ocultos. Y es un odio que se está manifestando en discriminación, criminalidad, violencia e incitación genocida. En palabras de Vladimir Sloutsker, presidente de IJC, el Congreso Judío Israelí, “Ésta es una situación de S.O.S”.

EL IMPERATIVO MORAL 

Hace un par de años, como conductor de “El Aleph, la Voz Judía de la Radio”, me tocó grabar unos promocionales de fin de año para Radio Red. Teníamos que decir, en 20 segundos, cuál era nuestro mayor deseo para el año que estaba por comenzar. En el spot, dije que mi deseo era que el bien siempre venza sobre el mal y que, añadí, ojalá nunca nos falte el sentido común para saber distinguir cuál es cuál.

Al parecer, éste es un deseo incumplido, porque hoy veo al mundo profundamente confundido en este tema básico de orientación moral.

Dice el comentarista estadounidense Dennis Prager, que tu posición personal hacia Israel es, por sí misma, un parámetro de tu brújula moral. Cuando vemos que un país libre, progresista y democrático se enfrenta a una entidad racista, terrorista, misógina, opresora, fanática y teocrática, y los progresistas arremeten contra el estado libre, a la vez que apoyan o minimizan los crímenes de la teocracia, hay una gran equivocación moral.

Es cierto que criticar a Israel no es equivalente a apoyar a Hamas. Pero cuando estos críticos acusan a Israel de ser un “estado genocida”, ignorando el hecho de que la definición jurídica internacional de genocidio (“actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso”) no aplica a las acciones del Estado Judío, e ignorando aún la explícitas e inequívocas intenciones genocidas en la Carta Fundacional de Hamas, entonces estos críticos otorgan, por omisión o por hipocresía, su apoyo a Hamas.

Cuando la izquierda internacional, que se identifica como progresista, feminista, liberal y derechohumanista, decide unir su estandarte al del islamismo misógino, antiliberal y absolutista, hay un contrasentido de monstruosa temeridad. 

Si te consideras un progresista y crees en el derecho de libre protesta y expresión, si te dices defensor de las mujeres y las minorías sexuales, si consideras que la religión debe estar divorciada de la política, si crees en los derechos civiles y en los derechos humanos, harías bien en cuestionarte qué posición tomas en esta guerra entre Israel y Hamas.

Porque ésta es no solo una guerra militar, es un enfrentamiento ideológico, y el posicionamiento que tomes al respecto dirá mucho de quién eres.

Pero Israel tiene que vencer estos obstáculos. Tiene que lograr que su mensaje y su posición lleguen a todos los medios y en todas las lenguas y en todas las redes de comunicación. Debe hacer valer su posición moral en la diplomacia internacional y en las Naciones Unidas, en la prensa y en las calles. Debe marcar bien el contraste entre su ética militar y humanitaria, y la engañosa propaganda de Hamas, que se beneficia mediáticamente de la muerte de sus propios ciudadanos. Un comentarista recientemente describió la situación diciendo que Israel se conforma con ganar la batalla militar, aunque eso implique perder la batalla mediática; mientras que Hamas actúa exactamente al inverso.

Y sí, el mundo está confundido. Y cuando hay un vacío moral, gana la mentira y la propaganda. Pero no nos engañemos: lo único que separa a los ciudadanos israelíes del espantoso destino sufrido por los cristianos y yazidis en Irak, por ejemplo, es su capacidad para defenderse. Los israelíes lo entienden bien, han visto la oscura y sangrienta cara del islam radical de frente. ¿Lo entenderá Barack Obama? ¿Lo entiende el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas? ¿Lo entiende la prensa? ¿O será que, más bien, se niegan a entenderlo?

El filósofo estadounidense Eric Hoffer publicó una editorial en 1968, después de la Guerra de los Seis Días. En ese texto, que el Wall Street Journal consideró lo suficientemente relevante para publicar de nuevo el pasado 30 de julio, Hoffer explicaba que los judíos estamos solos en el mundo, y que Israel no podía darse el lujo de una derrota. El mundo libre vive “al pendiente de Israel, más que Israel está al pendiente de nosotros”, escribió. Las últimas líneas de su editorial dejaron asombrados a los lectores de 1968: “Como le vaya a Israel, así nos irá a todos. Si Israel desaparece, el Holocausto se nos vendrá encima a todos nosotros.”

Israel es el frente donde se pelea la libertad y la dignidad. En sus enfrentamientos contra los enemigos de la paz, Israel defiende sus valores humanistas, su enorme sentido de construcción e innovación, y la bandera de la democracia. Contra los cultos fanáticos de muerte y suicidio, Israel pelea por su amor a la vida. Ante la jihad, Israel afirma los principios judíos que son la base de nuestra civilización. Y es que Israel es vanguardia también en esto, pues su lucha es la lucha del mundo libre.

Los terribles sucesos de los últimos meses, en Israel, en Gaza y en las calles del mundo, en las redes sociales y en la prensa internacional; todos estos vergonzosos efectos de la gran confusión moral de nuestro tiempo, demuestran que la aterradora premonición de Hoffer sigue siendo vigente. 

 

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Adiós a "El Aleph"

Emilio Betech R. dice adiós a "El Aleph"

Prácticamente todos los ciclos se cierran, tarde o temprano. Lo importante es saber reconocer cuándo es que hay que cerrarlos.  

Hoy cierro un ciclo de diez años lleno de satisfacciones y orgullo. En el 2004 fui invitado a formar parte del  programa de radio “El Aleph, la Voz Judía de la Radio”, el cual creamos y lanzamos con mucho entusiasmo. Un año después, en el 2005, asumí el cargo de co-conductor titular, junto con mi compañero y amigo Enrique Chmelnik.

A lo largo de esos diez años, desde Radio Red (Grupo Radio Centro), tuve el privilegio de formar parte de un proyecto increíble de comunicación y cultura judía en nuestro país. Con más de 500 emisiones y una cantidad afín de invitados, abordamos y exploramos distintas facetas de la realidad judeomexicana. Cada lunes por la noche éramos el espacio para dialogar sobre religión, historia, música, cine, libros y mucho más. Festividades y ética judía, misticismo y kabalá, autores, humanistas, músicos, cineastas, Holocausto, sionismo, presencia judía en México, antisemitismo, humor… los temas nunca nos faltaron. Y más de 50,000 radioescuchas nos sintonizaban cada semana, participando con comentarios y preguntas. 

Tuve la oportunidad de conocer y entrevistar a gente increíble: escritores y académicos, líderes de opinión y periodistas, cineastas y activistas, dirigentes comunitarios y rabinos, sobrevivientes de la Shoá y parientes de criminales nazi… Un abanico de personalidades con quien comentar y analizar los temas de la semana.

Hoy cierro ese ciclo, concluyendo mi participación en el programa. Los motivos habrán de permanecer en el ámbito de lo privado, pero basta con decir que a veces es mejor retirarse en ese crucial momento que nos deje con la mayor satisfacción y con el menor desgaste posible.

Con orgullo puedo mirar atrás y ver que en estos diez años, he cimentado parte de mi trayectoria como conductor y como comunicador. He tenido la oportunidad de vivir experiencias inolvidables, en México y en el mundo, como consecuencia de mi participación en el programa. Apenas hace dos meses tuve el gusto de ser invitado al Jewish Media Summit, un evento global de comunicadores judíos, en Jerusalem. Pero lo mejor, sin duda, ha sido el poder dialogar con el público de Radio Red cada lunes, celebrando todo lo que somos como judíos mexicanos; mostrándonos como una comunidad diversa y vital; compartiendo con México nuestro histórico legado religioso y cultural, y nuestro infatigable humanismo.

Reconozco y agradezco  a mis compañeros de micrófono por la feliz oportunidad de convivir y laborar cada semana: Enrique Chmelnik, mi mancuerna en la conducción, a quien admiro y aprecio, y con quien me sentí siempre bien acompañado, al aire y fuera de la cabina; Loren Michán y Alicia Caltum, quienes pusieron su toque de buen humor junto con su propia perspectiva a los temas que abordamos; y Ricardo Silva en la producción, a quien agradezco el espacio; junto con las demás personas que alguna vez transitaron por este proyecto: Sergio Berlioz, Alix Bauer, Dinorah Isaak y Orly Cohen. Sin duda el saldo es positivo, y los recuerdos luminosos superan por mucho las diferencias y los desazones. Estos diez años constituyen, para mí, un sólido repertorio de vivencias y logros que me llenan de orgullo y que siempre atesoraré.

No puedo dejar de agradecer al personal técnico y administrativo de Radio Red. A los cientos de invitados y amigos que nos acompañaron en esa mesa y ante esos micrófonos, y a las miles de personas -de todas las edades y de todos los sectores de la sociedad- que nos sintonizaron cada lunes de 10 a 11 de la noche.

Y por supuesto, agradezco a la Familia Aguirre Gómez, junto con la directiva de Grupo Radio Centro, por abrirme las puertas para desarrollar contenidos de interés para el público, contenidos únicos en la radio en México.

Cierro, pues, este ciclo. Pero para mí esto un “punto y aparte”, no un “punto final”. Vienen otros espacios en que estaré participando, otros medios para comunicar y divulgar la voz judía, para analizar y cuestionar. Te invito a que me acompañes en mis próximos proyectos, a través de mi blog en www.emiliobetech.com, y siguiéndome en twitter.

Aún hay mucho por hacer y por decir, en nuestra comunidad y en el mundo judío. Porque como dicen los chistes, y como lo demuestra nuestra Historia: la voz judía nunca se calla.

Emilio Betech R.

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